La incorporación de parientes en la empresa familiar, en especial los parientes políticos, es una de las cuestiones principales a conversar y definir por parte de la familia empresaria. Cuando este tema se deja de lado, por lo general aparecen disputas y conflictos.
Como regla general, la incorporación de empleados a la empresa debe hacerse sólo si ésta lo necesita. Cuando se crean áreas o puestos de trabajo por el sólo hecho de tener un lugar donde el familiar trabaje, en realidad se está perjudicando a la organización. Para que la misma sea eficiente, sólo debe contar con aquellas personas que tienen tareas definidas y relevantes para el quehacer cotidiano. Además, puede generarse un clima hostil hacia esa persona que deambula sin un rumbo fijo o que hace esfuerzos vanos por implementar procedimientos o acciones sin relevancia para los objetivos de la empresa.
Necesitamos a alguien
En caso de que la empresa realmente necesite incorporar personal, lo ideal es que la persona elegida tenga todas las aptitudes y conocimientos que el puesto requiere. Es decir, contratar al mejor sin tener en cuenta si es familiar o no. Ante dos personas con igual grado de formación, quizás lo mejor sea incorporar al familiar, quien ya comparte una cultura y un vínculo en común. Aunque en estos casos, se puede presentar un dilema: el hecho de que seamos familia, ¿no complicará las cosas?
A través de la fijación de algunas pautas claras se pueden evitar futuros dolores de cabeza. Es necesario fijar una remuneración adecuada a la tarea. Se sugiere que la misma sea similar a la que se pagaría a una persona no familiar en ese puesto. Establecer horarios de trabajo y de descanso, vacaciones, y todos los demás aspectos que hacen a la contratación de un empleado.
¿Mejor un pariente político?
Si se trata de parientes políticos se agrega un interrogante aún más complejo: si se llegaran a separar o divorciar, ¿qué hacemos? ¿puede seguir en la empresa? ¿será mejor entonces no contratarlos? Es difícil dar una respuesta única a estas preguntas. La participación de un yerno, nuera, cuñado o cuñada puede materializarse de diferentes maneras. Por ejemplo: ser parte del Directorio, empleado, titular de acciones o tener participación societaria sin trabajar en la empresa, CEO, etc.
Cada familia debe decidir si está dispuesta a la incorporación de los políticos en algunas áreas, en todas o en ninguna. Lo que sería recomendable es que ninguna norma se tome sin haber conversado al respecto. Lo que se plasme luego en el Protocolo Familiar como acuerdo de la familia, debe ser fruto de una comunión entre todos donde se sopesen en profundidad los diferentes pros y contras de la participación de los parientes políticos.
Existen historias de parientes políticos que han hundido empresas, pero también de los que las han salvado o convertido en grandes organizaciones.
Sentar las bases en el Protocolo
El Protocolo Familiar es el lugar adecuado donde establecer estas políticas familiares, y donde se detallan los pasos a seguir en caso de fallecimiento de un familiar. Método de valuación de la empresa, preferencia de adquisición de acciones por parte de los demás socios, imposibilidad de venta a terceros son algunas de las cuestiones a plasmar.
Es altamente recomendable llevar a cabo este tipo de conversaciones antes del fallecimiento de alguno de los socios, ya que luego puede dificultarse llegar a un acuerdo. En aquellas familias donde ya existen parientes políticos, es importante mantenerlos al tanto de las conversaciones y que no hacerlos sentir fuera de la familia. Estas cuestiones solo tienen por objeto asegurar la continuidad de la empresa en la familia ante eventuales hechos naturales o desafortunados, pero de ninguna manera buscan que se sientan discriminados.
Una familia que es capaz de mantener este tipo de conversaciones y llegar a acuerdos consensuados, es una familia que ha alcanzado un gran nivel de madurez y sienta las bases para un crecimiento sano en el futuro.
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