Empresa familiar: una opción personal

Empresa familiar: una opción personal

En estos últimos meses he acompañado algunos procesos que tenían un denominador común. Miembros de la segunda generación que están a las puertas de tomar el control de las actividades de la empresa familiar pero que, de diversas maneras, autoboicotean el proceso. Les cuento un poco más.

Caso 1

En la familia X son tres hermanos y se dedican al rubro metalmecánico. Sólo uno trabaja en la empresa familiar de manera concreta y los otros dos intervienen en actividades puntuales. Los tres me pidieron que los ayudara a formar un equipo donde cada uno tuviera un rol activo en la conducción de los diferentes negocios de la familia. El fundador se jubiló hace ya algunos años.

Comenzamos a trabajar para formar un Directorio que, en una primera etapa, iba a ser el lugar donde conversar los temas estratégicos de todos los negocios. Se establecieron los roles de cada uno y se asignaron tareas concretas. A medida que el tiempo fue pasando y haciendo una autoevaluación de mi proceso de acompañamiento, me di cuenta de que no se había avanzado mucho. Se habían dado pasos excelentes en la relación entre ellos, pero hablando de los dos hermanos más alejados del día a día, no se llegaba a un verdadero compromiso cuando se trataba de hacer cosas concretas. Siempre había una excusa -según ellos válida- por la que no habían podido avanzar. Extraño era que esas razones siempre tenían un lugar común: la tarea encomendada no era prioridad frente a otras opciones personales (paseos, otras actividades, familia, etc.)

Caso 2

Uno de los hijos del fundador que siempre trabajó bajo la atenta mirada de su padre, se cansó de no poder tener incidencia en las decisiones ni claridad en su rol o en su sueldo, y luego de un período de idas y vueltas no muy pacíficas, decidió no trabajar más con su padre. Claramente esto fue una bomba para la familia que siempre había visto a este hijo como el continuador natural de su padre.

¿Por qué se llega hasta este punto?

En los dos casos presentados las causas fueron diferentes y podrían haber sido miles más.  Me quiero centrar en algunas.

Palabras, no hechos

En el primer caso, los hermanos enunciaban su deseo de cambio y de un mayor protagonismo en la empresa familiar. Sin embargo, sus acciones no eran coherentes con este deseo.

Si alguien desea realizar un cambio en su vida, esto trae como consecuencia la imposibilidad de hacer exactamente lo mismo que se hacía hasta ese momento.  Habrá que evaluar qué cosas dejar de hacer, o al menos posponerlas, para poder dar tiempo y energías a lo nuevo. Pero esa prioridad no puede ser impuesta desde afuera. Es algo que cada uno debe poner en consideración y elegir. Nadie puede hacerlo por otro. Una vez fijadas esas prioridades, se debe actuar de manera tal que se vuelvan realidad. Si luego, ante la primera cosa que aparece dejo de lado las obligaciones asumidas para hacer otra cosa, claramente no se llegará a ningún lado.

Falta de madurez

En el segundo caso, ese hijo nunca se animó a optar. Hizo siempre lo que se esperaba de él, que no necesariamente era lo que hubiera deseado.  La figura del padre, omnipresente y autoritaria, no dejaba espacio para su crecimiento. Era, como se suele decir, una plantita que cada vez que asomaba para germinar era pisada de alguna u otra manera.

Estas cosas no son simples de ver cuando se es protagonista de la película.  El tiempo va pasando, las desilusiones se van acumulando, el rencor va naciendo. Hasta que llega un momento en que se hace insoportable y allí se explota.

La falta de madurez para pararse como hombre y animarse a plantear sus sueños hizo que este hijo diera un portazo.

¿Se puede hacer algo?

Claro que sí! Siempre se puede hacer algo en la medida de que se toma conciencia del límite. Si la persona logra darse cuenta de su situación y de la necesidad de un cambio, incluso de que puede ser necesaria ayuda de un profesional externo, casi todas las situaciones pueden revertirse.

Si sos el fundador o fundadora de una empresa familiar, tené en cuenta de dar los espacios y las libertades suficientes para que los descendientes puedan expresarse.

Si sos uno de los descendientes, no dejes de compartir tus sueños y anhelos.

Una sana y profunda comunicación entre los miembros de la familia trae como consecuencia una armonía duradera. Y eso no se compra, se construye.

Pablo Loyola
Consultor de Empresa Familiar Certificado (CEFC®)
Director Sede Regional Córdoba IADEF
@novarumcba

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