Cuando el egoísmo gana el partido

Cuando el egoísmo gana el partido

De por sí somos seres complejos. A esto hay que sumarle que todo el bagaje cultural, social y emocional que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida nos va moldeando de manera personalísima. La familia en la que nacemos tiene un rol protagónico en la formación de la personalidad; en los valores que cada uno elegirá; en el estilo comunicacional que adoptaremos y en la empatía que demostraremos hacia los demás.

A lo largo de la vida puede suceder que algún evento o situación modifique la manera en que vemos las cosas. Lo que era de una manera, pasa a ser de otra. La vida misma nos va cambiando a medida que crecemos. Cambian nuestros gustos, la manera en que vemos las cosas, se modifican las prioridades. Esto es normal porque la vida es dinámica. ¿Pero es lo suficientemente dinámica para cambiar los valores elegidos? ¿Es posible que una persona los modifique radicalmente?

Elecciones y mandatos

Se supone que cada uno de nosotros elige de manera libre los valores que desea cultivar y vivir. Pero eso no es del todo cierto: las cosas vividas de pequeños, en nuestras familias y entornos, van moldeando nuestra personalidad de manera imperceptible. Por ejemplo: si de chicos hemos visto siempre a nuestros padres ayudar a los demás, a ser solidario, es probable que nosotros tendamos a repetir ese comportamiento. Es decir que vamos configurando nuestra personalidad sin darnos cuenta. Sólo cuando maduramos y somos conscientes de nosotros mismos podremos verdaderamente elegir. Y esto vale para las cosas buenas como para las malas.

Además, las enseñanzas que se reciben de niño van quedando registradas dentro. Todas aquellas cosas que nuestros padres nos han transmitido como buena o mala educación forman parte nosotros.

¿Y en la empresa familiar?

Como ya sabemos, un punto donde prestar atención para que una empresa familiar logre perdurar en el tiempo, son los vínculos personales entre los miembros de esa familia. Si existen vínculos sólidos, hay más posibilidades de que esa familia pueda conversar temas complejos y llegar a un consenso. Pero cuando no los hay, las cosas pueden ser más difíciles o incluso imposibles.

Recuerdo una familia donde dos hermanos, ya cuarentones, mantenían relaciones casi protocolares. La causa: una pasada discusión por algunas actitudes de la esposa de uno de ellos. Esta relación endeble dificultaba mi tarea de acompañamiento a esa familia, ya que se hacía muy difícil llegar a acuerdos en los temas concernientes a la empresa/familia. En un espacio de conversación personal les pregunté a cada uno cómo pensaban dar un paso adelante en este tema. Ambos me respondieron que iban a esperar a que el otro pidiera disculpas, ya que consideraban no tener la culpa de nada de lo sucedido.

Yo, conociendo la versión de ambos, sabía que ya en ese punto cierta responsabilidad tenían ambos. Pero ninguno quería dar el brazo a torcer. Preferían “ganar la batalla” a reencontrar un camino de diálogo deponiendo sus actitudes.

Poco a poco tuve la posibilidad de hacerles ver que esta posición era una postura egoísta. Egoísta en el sentido de que pensaban sólo en sí mismos y no en cómo este hecho frenaba el proceso que toda la familia estaba haciendo. Luego de varias horas de charla pudimos tener una reunión los tres, donde pudieron hablar y hacer una pequeña grieta en esa postura rígida que permitió, a la larga, que se reencontraran.

Si bien todavía hay cierta distancia, al menos pueden sentarse y conversar con el resto de la familia los aspectos de la empresa familiar.

Buenas prácticas

El egoísmo es la consecuencia de sólo verse a sí mismo. Creer que lo que pienso es el modo correcto de ver la vida. ¿Hay alguna manera de evitar caer en esto? ¡Si! Una de las cosas que ayuda mucho es conocer otras realidades; otras formas de vivir. Por ejemplo:

  • Conocer otras culturas (viajando, viendo documentales, leyendo o a través de internet)
  • Interesarme por cómo piensan las demás personas que me rodean. Preguntar sus opiniones y qué es importante para ellos. Esto implica escuchar más y hablar menos.
  • Buscar algunas personas de confianza con quien poder debatir las ideas propias. Lo ideal sería hacerlo con alguien que piense diferente, ¿sino qué sentido tendría? Sería buscar a alguien para que nos diera la razón.
  • Mirar que hacen o cómo actúan otras personas en situaciones similares. A veces pueden ser fuente de ideas para llevar a cabo.

Pueden existir momentos difíciles en la relación familiar. Pero si vamos en busca de esos valores familiares de los que hablábamos al principio, casi seguro encontraremos la manera de acercarnos. Claro que siempre hay un componente de esfuerzo personal y humildad que cada uno debe poner para que las cosas se destraben.

Quizás hoy no es el momento, pero no dejes de buscarlo. Quizás está más cerca de lo que crees.

Termino con un refrán que me gusta mucho y dice “Sólo se va más rápido, pero juntos se llega más lejos”.

Pablo Loyola
Consultor de Empresa Familiar Certificado (CEFC®)
Director Sede Regional Córdoba IADEF
@novarumcba

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