Opciones personales vs mandatos familiares.

En varias ocasiones he presenciado situaciones familiares complejas porque alguno de los hijos no sigue el camino “que debería seguir”. Es decir que sus opciones laborales, profesionales y/o personales no se relacionan con la actividad de la empresa familiar.

Los mandatos familiares

En muchas familias existe como un mantra invisible que regula la vida de sus integrantes y pareciera que hasta va dirigiendo la toma de decisiones en aspectos que deberían ser absolutamente personales: qué se estudia, donde se vive y trabaja, cómo se gasta lo ganado, etc. 

En algunas ocasiones son comentarios hechos de manera casi inconscientes en una comida, o en algún momento familiar: “’¿Ya pensaste que vas a estudiar? Sería bueno tener un contador en la familia”. Otras veces, en cambio, son casi imposiciones a cumplir “Vos tenés que ser médico, así podés seguir con la clínica”.

Viéndolo desde un punto de vista, no está mal que la familia tenga el deseo de continuar con la actividad que viene desarrollando y que se vaya conversando en la familia sobre los proyectos futuros de cada uno. El tema se complica cuando esas conversaciones van dirigidas a obtener una determinada respuesta, sin considerar los deseos personales de los involucrados.

Las consecuencias llegan en algún momento

Hace unos días comentábamos con la Lic. María José Milani, psicóloga de nuestro equipo, que cuando una persona no elije libremente sus proyectos de vida y, por decirlo de cierta manera, se deja llevar por el mandato familiar, en algún momento de la vida eso puede resurgir, generando desgano, angustia e insatisfacción. Cuando algunas de esas alarmas se encienden, conviene buscar ayuda profesional, para reencontrar el camino y el sentido del propio proyecto.

Creo que a nadie le gustaría ver a sus hijos decaídos o desencantados por no haber podido elegir aquello que realmente era su vocación.

¿Cómo trabajar este tema en una empresa familiar?

Todos nosotros intentamos actuar siempre de la mejor manera posible. Buscamos nuestro bienestar y el de nuestra familia. Esto no implica que las cosas nos salgan siempre bien. Yo, por ejemplo, como padre, busco lo mejor para mis hijos. Pero estoy seguro que me he equivocado aún queriendo hacer las cosas siempre bien. ¡A mis hijos les ha pasado lo mismo! Con las mejores intenciones, algunas veces se han equivocado.

El secreto está, como ya hemos dicho en otras ocasiones, en los espacios de diálogo. Conversaciones profundas, sinceras y a la vez simples donde cada uno puede expresarse sin ser juzgado. Si tanto hijos como padres pueden hablar con tranquilidad sobre sus ideas y proyectos, estoy seguro de que entre todos encontrarán alternativas que satisfagan a cada uno.

Esto no es fácil, sobre todo si en la familia no existe el hábito del diálogo. Pero a no desesperar, veamos algunas cosas que pueden ayudar.

Algunas recomendaciones

  • Establecer un momento preciso para conversar de estas cosas. Día, hora y duración.
  • Sería óptimo que estuvieran presentes todos los miembros de la familia nuclear. En una primera etapa no invitaría a parientes políticos.
  • De ser factible, que el lugar de reunión no sea la empresa ni la casa de ninguno de los miembros de la familia.
  • Definir un tiempo para que cada uno se exprese sin interrupciones. Se puede comenzar con 10 minutos como máximo.
  • Tener como premisa que ninguno puede opinar sobre lo que la otra persona ha dicho. Si se puede preguntar para entender mejor, pero no emitir juicios de valor.
  • Duración máxima recomendada: 60 minutos.

Cuando la familia no está habituada al diálogo, estas reuniones pueden ser muy desgastantes. Por eso la importancia de limitarlas y que no se vuelvan eternas. En esos momentos de diálogo el objetivo no es llegar a un acuerdo, sino conocerse, expresarse, explorar la experiencia de intercambio. Cuando el diálogo vaya madurando, los acuerdos irán llegando.

Poco a poco se irá aprendiendo a conversar y, como ya dije, estoy seguro de que entre todos encontrarán una solución satisfactoria para cada uno.

Pablo Loyola
Asesor empresas familiares
@novarumcba


La imagen del artículo corresponde a Tute

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