Cuando las cosas no salen tan bien
Es un hecho que las cosas pueden salir mal. Por más que las planeamos, a veces la situación no sigue las previsiones. Esto se cumple en cualquier ámbito de la vida y en cualquier momento: desde un helado que se nos cae al piso apenas salimos de la heladería y justo antes de probarlo, hasta un verano todo lluvioso que no permite disfrutar el aire libre. Podrías decir que esas son cosas fortuitas, “cosas que pasan”.
Es cierto, hay un sin número de variables que no manejamos en nuestra vida y no tenemos la culpa de ello. ¿Qué pasa con aquellas que si elegimos y no salen tan bien? Por ejemplo: elegir una carrera o un trabajo que luego te das cuenta no era para vos; encontrar una persona con la que creías ibas a pasar el resto de la vida y no llegaste al año; irte a vivir a otro país y llegar a la conclusión de que la historia no era como te la habías imaginado.
¿Y en el ámbito de la empresa familiar también pasan esas cosas? ¡Claro que sí! Situaciones no deseadas entre padres e hijos; descendientes que no quieren seguir los pasos de sus progenitores y optan por otras rutas cuando los padres habían trabajado a sol y a sombra para construirles un capital y un futuro “tranquilo”. Cosas más operativas como equivocar el rumbo de la empresa desde lo comercial, productivo o financiero; contratar a personal que luego no resulta; hacer opciones que a la larga te das cuenta no fueron buenas elecciones.
¿Se pueden evitar los errores?
La respuesta es bastante fácil: absolutamente NO. Ninguno de nosotros elige algo pensando que eso está errado o que va a salir mal. Todo lo contrario. Los errores son parte de la vida y lo que nos permite crecer. Lo que podemos hacer es tratar de minimizar su ocurrencia y que, llegado el caso, las consecuencias sean lo más leves posibles.
Como ya mencioné en otro artículo, los pasos serían: identificar adecuadamente la situación; ver pros y contras de cada alternativa; informarse bien; darse tiempo para pensar y analizar; confrontar con personas capacitadas y finalmente tomar una decisión.
¿Por qué nos sentimos tan mal cuando las cosas no salen?
No sería normal que te sientas bien y contento cuando las cosas no salen como esperabas o imaginabas. Gestionar las emociones que surgen cuando uno se encuentra en medio de la brecha entre lo que deseaba y lo que obtuvo, no es simple. Pero tampoco es imposible.
Algunas cosas que pueden ayudarte:
- No idealizar: una cosa es planificar y otra es pretender el escenario perfecto. Sucede a veces con parejas, trabajos o incluso viajes. Uno se imagina todo color de rosa y, por lo general, esto no existe.
- Acotar las expectativas. Muy relacionado con el punto anterior. Sería bueno que sean lo más realistas posible.
- Vivir el presente: es muy lindo hacer planes, pero no te olvides del aquí y ahora.
¿Existe la buena suerte?
Hay un cuento de Antony de Mello que habla justo sobre esto. Te lo comparto:
Había una vez un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Los vecinos del anciano labrador se acercaron a su granja para condolerse con él, y lamentar su desgracia, y le decían: ¡Qué mala suerte que tu único caballo se ha escapado! A lo que el sabio anciano les replicó: ¿Mala suerte o buena suerte, quién sabe?
Unos días más tarde, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes, tantos que casi no cabían en la granja. Entonces los vecinos acudieron a felicitar al labrador diciéndole: ¡Qué buena suerte que tu caballo regresó y además trajo consigo un montón más! A lo que este les respondió: ¿Buena suerte o mala suerte, quién sabe?
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, este lo tiró al suelo y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia, por lo que fueron de nuevo a decirle al anciano: ¡Qué mala suerte, que tu hijo se ha roto la pierna! A lo que el viejo labrador se limitó a decir: ¿Mala suerte o buena suerte, quién sabe?
Una semana más tarde, el país entró en guerra y fueron reclutados todos los jóvenes varones que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota obviamente lo dejaron tranquilo y se libró de ir a la guerra. ¿Fue eso buena suerte?, ¿O fue mala suerte?… ¿¡Quién sabe!?
Anthony de Mello.
Nuestra vida se podría parecer al equilibrista de la foto de portada de este artículo. Intentamos caminar derechos, pero nuestras decisiones y sus consecuencias hacen que parezca que nos caemos para un lado o para el otro. Lo que no tenemos que olvidar es que tenemos todas las herramientas, interiores y exteriores, para salir adelante. Sólo hace falta que nos demos cuenta y nos pongamos en acción.
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