Innovar en épocas de pandemia, un desafío intergeneracional.
El año 2020 marcará sin dudas un antes y un después en los libros de historia de la humanidad. Si bien en muchos momentos ha habido pandemias que afectaron a gran parte de la población mundial, nunca se había vivido algo como esta crisis del coronavirus. La globalización y los modernos medios de transporte hicieron lo suyo para que, en sólo algunos meses, los contagios y las muertes por el virus pusieran patas para arriba el status quo de prácticamente todos los rincones del planeta.
Algunos meses atrás, el hemisferio sur miraba con asombro el desconcierto generalizado de sus colegas del norte, prácticamente paralizados por una oleada de enfermos, algunos más graves que otros, y sin ninguna pista de cómo afrontar dichas situaciones. Luego nos llegó el turno a nosotros, que tuvimos la oportunidad de aprender algunas cosas de la experiencia vivida por ellos.
Los niveles de angustia, desazón, bronca y hasta desesperanza invadieron a muchas personas. Hubo que abocarse a la tarea de adaptarse rápidamente a nuevas prácticas, aún sin saber si estas funcionarían. La vida de todos, en absolutamente todos los ámbitos, se modificó.
Hasta acá, la mitad vacía del vaso. ¿y la mitad llena?
Siempre se habla de la importancia de la innovación en las empresas familiares como uno de los rasgos distintivos para su perdurabilidad. Muchas veces se confunde el término “innovación” confundiéndolo con cuestiones más inherentes a la aplicación de nuevas tecnologías aplicadas a los procesos, a su digitalización, al uso de materiales novedosos que reducen costos, tiempos o que minimizan el impacto negativo en el medio ambiente.
Pero innovación no es sólo eso. Innovar es mirar la realidad con otros ojos. Hace unos días, en el marco de un conversatorio por el Día Internacional de la Empresa Familiar organizado por IADEF (www.iadef.org), escuché un ejemplo que deja ver con claridad lo que queremos decir con “mirar la realidad con otros ojos”. Decía esta persona: la rueda existe hace miles de años. La valija otros tanto. Pero no fue hasta hace relativamente poco que a alguien se le ocurrió hacer un producto combinando ambas cosas. Hoy, cualquier viajero agradece la ocurrencia. Bastó mirar la realidad con otros ojos para cambiar la vida de muchas personas.
Un aspecto que es fundamental para innovar es estar abierto a escuchar. Sobre todo, a los que piensan diferente a nosotros. Creer que nos las sabemos todas, que el otro no puede aportarme nada porque no conoce mi rubro o porque no estudió, es un error garrafal. Todas las personas tienen algo de lo que podemos aprender. Basta animarnos a preguntar y a escuchar.
En las empresas familiares se da una particularidad que puede resultar muy beneficiosa en muchos sentidos. Es normal encontrar en este tipo de empresas la confluencia de varias generaciones trabajando juntas. Y es habitual también que la generación joven desee implementar algunas prácticas que son contemporáneas a su generación y escasamente conocidas para sus antecesores.
La pandemia obligó a muchas empresas ha rediseñar sus medios de comunicación con los clientes, implementando por ejemplo el canal online, los pedidos por whatsapp, listas de difusión, publicidad por Instagram o Facebook, etc. Tuvieron que diseñar a contrarreloj un sistema de entregas a domicilio y repensar los diferentes puestos de trabajo para que sean realizados desde la casa de los empleados, ante la imposibilidad de concurrir físicamente a la empresa. Hubo que acostumbrarse a concurrir a reuniones con clientes y proveedores vía zoom, meeting o Skype, aprendiendo nuevos códigos comunicativos que antes no necesitábamos. Y todas estas situaciones obligaron a las empresas a sentarse y conversar. Pensar juntos cómo hacer frente a esos desafíos. ¿Qué mejor que hacerlo con el aporte de las distintas generaciones?
Las nuevas generaciones deben ser capaces de traer a la empresa todo el bagaje cultural que poseen, muy distinto al de sus padres. Ni mejor ni peor. Distinto. Las anteriores generaciones deben estar abiertas a escucharlos, porque ellos son los hijos de este tiempo. A su vez, los jóvenes tienen que tomar el valioso aporte de la experiencia de los más grandes ganada a fuerza de mucho sacrificio. Es un juego donde todos ganan.
¿Esto no es innovación? Claro que sí. ¡Innovar es adaptarse!
Lo lideres familiares deben crear condiciones estructurales y una cultura abierta a la innovación, de estimulación y retroalimentación constructiva. Construir nuevas formas de comprensión de la Empresa Familiar es la manera de inspirar el desarrollo de nuevos e innovadores puntos de vista.La empresa familiar debe
lograr un entorno que permita individualizar los agentes de cambio, sean estos de la generación que sean. Se fomenta así un liderazgo situacional, desprendido de todo concepto de jerarquía, pero guiados por la vocación de trabajo, por una actitud creativa y capaces de adoptar cierta cuota de riesgo.
Esto convierte a la organización es una estructura ágil, donde la toma de decisiones debe dar respuestas acordes a un mercado sumamente dinámico, envuelto en un entorno VICA (Volatil, Incierto, Cambiante y ambiguo). Más aún en tiempo de coronavirus.
Se va terminando el año y llegan los momentos de balance. Más allá de todo lo que hemos vivido, creemos que ha sido un año positivo porque nos ha obligado a salir de nuestra zona de confort y eso siempre es bueno. Resta ahora que podamos capitalizar esta experiencia y, sobre todo, poder repetirla en el 2021. Pero esta vez no por culpa de un virus, sino porque hemos aprendido a que vale la pena invertir tiempo y esfuerzo en mirar la realidad con otros ojos.