El momento de la poda en la empresa familiar
Es obvio que a medida que el tiempo pasa la familia va creciendo. Los hijos se hacen grandes, van formando sus propias familias, hacen sus propias opciones, aparecen los parientes políticos, llegan los nietos… En cada una de estas etapas vitales las necesidades son diferentes. No es lo mismo un niño de 9 años que una niña de 16, o un joven de 27. Ni hablemos de una persona en pareja con hijos pequeños. O que ya van a la universidad.
Además de esta realidad, hay aspectos de la vida que pueden elegirse y otros que no. Puedo elegir donde vivir; estudiar o no; poner mi propio negocio o ser empleado; etc. Pero hay otros aspectos donde no puedo: no elijo a mis padres, ni hermanos o primos. Estos llegan. Las diferentes vivencias de cada uno nos irán acercando o alejando. A veces se desarrolla más afinidad con alguno en particular, pero tampoco es seguro que la relación dure toda la vida. Otras veces, simplemente dejamos de vernos cuando los parientes mayores van dejando este mundo. Como suele pasar cuando los abuelos ya no están.
Otras veces lo que nos acerca o aleja son las decisiones que cada uno va tomando en la vida. Puede pasar que no nos guste la forma de vida o el/la compañera que alguno elija. Pequeñas cuestiones que, como ya dije, pueden ir fortaleciendo una relación familiar o enfriándola. No estoy hablando de que haya conflictos, simplemente un paulatino alejamiento en el compartir cotidiano.
¿Qué pasa en una empresa?
Si las cosas se hacen bien, una empresa va creciendo con el paso del tiempo. Poco a poco se consolida y se fortalece. Ese crecimiento depende no sólo de las buenas decisiones que tomen los que gestionen la empresa sino también de contar con un producto o servicio que los clientes valoren cada vez más. La velocidad con que la empresa crezca dependerá de muchos factores.
Puede suceder, y de hecho es bastante habitual que suceda, que la empresa crezca a un ritmo más lento de la velocidad de crecimiento que se experimenta en la familia. Hablando en cordobés, “crecen los comensales y la torta sigue siendo la misma”.
¿Qué hacer entonces? Las opciones pueden ser dos: o se aumenta el tamaño de la torta o se disminuye la cantidad de comensales.
Aumentar el tamaño de la torta
No es simple incrementar las utilidades de la empresa de un día para el otro. Sea porque se logra vender más o ser más eficientes en lo que se hace (lo que trae una reducción de costos y por ende mayor ganancia), es un proceso que involucra muchos actores y no sólo de la propia empresa. Dependerá también de la realidad económica donde ésta se encuentre.
El aumento de las utilidades puede ser fruto de una diversificación y no sólo de incrementar el tamaño de la empresa actual. Desarrollar diferentes unidades de negocios puede ser una manera válida de “aumentar el tamaño de la torta”.
Disminuir el número de comensales
Que la familia sea grande y compleja no es el único motivo para pensar en una “poda”. En una familia de muchas ramas familiares, supongamos de tercera generación, implica posiblemente una gran cantidad de primos. Incluso podrían existir algunos que casi ni se conocen por vivir en otras ciudades. Además, están todas las razones que expuse recién sobre cómo la vida a veces nos va alejando de ciertas relaciones familiares.
¿Es sano mantener a cualquier costo una sociedad familiar? Creo que estarán de acuerdo en que no sería un buen negocio. Tarde o temprano los conflictos pueden tomar una envergadura inmanejable que termine con la familia y con la empresa. Es por ello que recomendamos que antes de llegar a estas instancias, mejor hacer una poda.
Quien compra o quien vende será una cuestión que cada miembro de la familia deberá pensar. Otra cuestión a dirimir es a cuánto se compra o se vende. Podría ser que elijan regirse por el pacto andorrano (uno pone el precio y el otro decide si compra o vende) o también podrían contratar una consultora especializada para que determine un valor.
Sea cual sea la opción elegida, lo importante es no cerrar las puertas a quien quiera salir de la empresa. Es mejor tener opciones para que un socio pueda vender su parte antes de tener a un socio no comprometido o, peor aún, problemático.
Quizás en este momento estés lejos de estas situaciones que planteo, pero llegarán tarde o temprano. Te recomiendo que comiences viendo en tu estatuto o contrato social si éste incluye cláusulas de salida claras (en caso de que alguien desee vender, o por muerte/incapacidad de un socio) y si han estipulado una metodología para valuar la empresa. En caso de que no, sería un buen primer paso que puedes hacer para prevenir futuros conflictos.