El Protocolo Familiar como generador de armonía en la familia empresaria
En alguno de los artículos previos, hablamos de la importancia de la profesionalización para conseguir una empresa rentable y una familia unida. Esa profesionalización se logra mediante la implementación de algunas prácticas e instrumentos que ayudarán a la gestión de la familia y de la empresa. Uno de estos instrumentos es el Protocolo Familiar.
En pocas palabras, un Protocolo Familiar es un acuerdo consensuado entre los miembros de una familia empresaria donde se fijan normas y procedimientos que regulan la relación familia-empresa. No existen dos Protocolos iguales, como no existen dos familias que lo sean. La construcción de un Protocolo es un camino y lo más importante es justamente el proceso, más allá de que luego se termina enunciando concretamente un documento.
Lo importante es el camino
¿Por qué digo que el proceso es el aspecto más relevante? Porque permite a la familia empresaria conversar, intercambiar puntos de vista y expectativas sobre los más diversos temas no sólo de la empresa sino también que involucran a la familia. Está demostrado que las empresas familiares usualmente fracasan más por desavenencias vinculares que por problemas económicos o de mercado.
A medida que la familia crece la incorporación de nuevos actores complejiza la situación y no es lo mismo gestionar una empresa de primera generación que una de tercera. Cuando la empresa está en sus comienzos, es el fundador/a quien prácticamente dirime de manera autónoma cualquier situación. Cuando, por ejemplo, la empresa ya está en tercera generación no es tan simple llegar a acuerdos que dejen conformes a todos los primos, menos aún cuando las ramas familiares son muchas.
¿Es fácil redactar un Protocolo familiar?
¿Cómo se construye entonces un buen Protocolo Familiar? En lo personal creo que hay dos cuestiones que son fundamentales: tiempo y la ayuda de un profesional con experiencia. Les cuento porqué pienso esto.
Dijimos que el Protocolo Familiar es un documento que refleja los diferentes acuerdos que la familia establece frente a diferentes situaciones de la empresa y de la familia. Para poder consensuar es imprescindible la existencia de un vínculo, de una relación construida. Y esto no siempre existe. En mi experiencia como consultor muchas veces he trabajado con familias donde antes de poder comenzar a trabajar en un Protocolo, ha sido necesario ayudarlos a fortalecer las relaciones interpersonales para que cuando llegue el momento de conversar temas complejos, puedan hacerlo en un clima ameno y de entendimiento mutuo. Los vínculos y la confianza mutua no se compran, sino que se construyen. Y esto lleva tiempo.
Temas complejos
Aún cuando las relaciones son buenas, no siempre es fácil hablar de ciertos temas: ¿cualquiera puede entrar a trabajar en la empresa familiar? ¿Es necesario tener ciertos conocimientos y competencias o basta con ser pariente? ¿Qué sueldo cobrará? ¿Se pueden utilizar los vehículos de la empresa para fines personales? ¿A quién le toca primero la quinta de fin de semana durante estas vacaciones? Etc. etc.
La presencia de un profesional con experiencia en este tipo de situaciones, permite una voz objetiva en conversaciones que tendrán un gran componente de subjetividad. El profesional puede actuar como catalizador y estimular el desarrollo de este proceso. Este profesional debe ser una persona que respete la intimidad de la familia y sus particularidades, por lo que no podría llegar a la empresa con el Protocolo ya escrito, ni comprometerse a escribirlo por ella. Su tarea esencial será lograr que la familia empresaria puede llegar a consensos graduales en diferentes temáticas, de acuerdo a las prioridades que se fijen. También ayudará a que esos espacios de conversación sean amenos, concretos y que afiancen los vínculos personales.
Una familia empresaria que comienza este camino dándose el tiempo para que los diferentes aspectos vayan madurando, es una familia que tiene el futuro asegurado.