El perdón como práctica saludable
Se habla mucho de la naturaleza conflictiva que pueden tener las empresas familiares, pero poco se habla de una práctica que contribuye a que no lleguen a un punto de no retorno. Hemos conversado sobre que las empresas familiares por lo general desaparecen por motivos de relaciones interpersonales y no tanto por causas económico/financieras. Según el profesor Gallo, un experto en el tema, un 87% no logra continuar por diversos conflictos vinculares.
Cuando dos o más personas comparten diferentes ámbitos es imposible que lo compartido no influya en todos ellos. El famoso refrán “los problemas de casa quedan en casa” es inviable. La persona es una sola y no puede disociarse. Inevitablemente alguien se sentirá preocupado por un hijo enfermo cuando está trabajando, o estará pensando cómo habrá ido con el lanzamiento de ese nuevo proceso productivo en el que estuvo trabajando mientras haga la comida.
Es por ello que en las empresas familiares también conviven, conscientemente o no, las dinámicas relacionales domésticas. Y no me refiero sólo a los aspectos negativos, sino también a todo lo positivo que pueden tener.
¿Por qué perdonar?
Varias corrientes psicológicas coinciden en afirmar que el perdón es algo que contribuye a la sanidad emocional de las personas. El perdón no es un sentimiento, sino una decisión. Aquel que ha sido lastimado por cualquier circunstancia siempre tiene dos opciones: quedarse estancado en el rencor, el deseo de venganza o incluso el odio hacia su agresor, o puede perdonarlo y cerrar así un ciclo. Ese acto de perdón sirve para dejar ir los sentimientos negativos y dar paso a otros neutros o positivos.
Perdonar no significa retomar la relación con quien me agredió u olvidarse de lo sucedido. El agresor deberá afrontar su responsabilidad por lo sucedido, pero permite que el agredido siga su camino sin quedar atrapado en el hecho doliente.
¿Pedir disculpas es lo mismo?
Todos cometemos errores. A veces voluntariamente y otras sin darnos cuenta. Cuando logramos tener conciencia del error cometido deberíamos ser capaces de enmendarlo, principalmente si ha involucrado a alguna otra persona. Puede que no estemos seguros de haber lastimado a alguien, pero ante la duda no se pierde nada con disculparse. A veces lo primero es ser capaces de perdonarnos a nosotros mismos, para luego poder dar el paso siguiente.
El grado de dificultad que puede presentarse para perdonar o pedir disculpas estará directamente relacionado con la gravedad de la situación acaecida. Pero aún la más dura de todas puede perdonarse, aunque tome mucho tiempo tener la fortaleza para hacerlo.
¿Por qué hablamos de esto en un blog de empresas familiares?
En una familia es lógico que se presenten momentos más complejos que otros desde el punto de vista relacional. Pequeñas desatenciones; omisiones; falta de interés por la realidad del otro; etc. A veces pasan tan inadvertidas que sólo se vuelven conscientes cuando ya se ha juntado mucha basura debajo de la alfombra. Es por eso que en ocasiones una persona explota por algo insignificante, pero en realidad es la presión acumulada hasta ese momento.
Estas cosas que suceden en una familia claramente se trasladan a las interacciones que dichos miembros de la empresa familiar mantienen. El desborde podría suceder en la casa o también en la oficina. Una práctica que entonces se vuelve saludable es la de perdonar-disculparse. Perdonar cuando alguien nos ha herido, sobre todo cuando lo ha hecho sin intención. Disculparse cuando creemos que quizás hemos lastimado a alguien con nuestras acciones u omisiones.
En la dinámica padres e hijos; hermanos entre ellos; tíos y sobrinos; entre cuñados, yernos o nueras y todas las combinaciones que se les ocurran es normal que se den situaciones para perdonar o disculparse. Si la cultura de esa familia incluye la práctica del perdón y las disculpas será mucho más simple gestionar la aparición de conflictos. Si, en cambio, la familia no está acostumbrada a hacerlo es probable que cualquier conflicto pequeño dispare una avalancha de reclamos o pases de factura.
Estos hábitos de la cultura familiar se trasladan también a los empleados. La cultura de la empresa será muy parecida, sino igual, a la cultura de la familia fundadora. Una empresa será más fuerte en sus relaciones si incorpora estas prácticas saludables en ella, lo que sin dudas redundará en beneficios.
Si aún no lo has probado, te invito a que lo hagas. Perdonar y disculparse son dos pequeñas herramientas que pueden cambiar tu vida. Sólo tenés que empezar.